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viernes, 8 de mayo de 2009

15 días

Para algunas cosas, dos semanas son mucho tiempo. Para otras, un suspiro. El Barcelona se jugaba (se juega) toda la temporada en dos semanas. En baloncesto, tenía la Final Four en Berlín. En fútbol, el doble enfrentamiento con el Chelsea de la semifinal de la Liga de Campeones, el partido crucial contra el Madrid y la final de la Copa del Rey contra el Athletic. El único pufo fue en baloncesto, eliminado por el CSKA de Moscú tras ir dominando los tres primeros cuartos. Al final, remató la faena terminando tercero. Creo que fué Díaz-Miguel quien dijo que en una competición siempre era preferible acvabar en un puesto impar porque significaba que habías ganado el último partido. Esas dos semanas de pasión empezaron el martes 28 con la ida contra el Chelsea. Nadie va a descubrir ahora a qué juega el equipo inglés. A nada. Salvo con Scolari, que intentaba jugar a algo. Pero un equipo hecho a base de talonario (y músculo), difícilmente va a jugar un fútbol, no ya bonito, sino vistoso. El Barcelona juega incómodo cuando se presiona la salida del balón. Eso no lo hizo el Madrid en el segundo partido de la temporada. El resultado ya lo sabe todo el mundo. Borrachera de juego, tres puntos y media Liga en el bolsillo, con un ojo puesto en Stanford Bridge. La vuelta del pasado miércoles podría haber sido la continuación del partido de ida en el Nou Camp sino fuera por el golazo (no volverá a hacer una de esas en la vida igual que Mikel Lasa en el Bernabeu) de Essien y el pésimo arbitraje. Pésimo para ambos ya que si bien dejó de pitar dos claros penalties (uno en cada parte) y otro dos dudosos perjudicando al equipo local, expulsó a Abidal injustamente (expulsión correcta técnicamente ya que pitó falta, que no existió) y permitió duras entradas de los jugadores ingleses, alguna merecedoras de algo más que una charla o una tarjeta amarilla. Pero el gol de Iniesta les mete en la final y, si los astros se alinean (y esperemos que no), puede proclamarse campeón de Liga el domingo e ir a Valencia con una sonrisa de oreja a oreja a disputar la final de la Copa del Rey.
15 días. Para unos, un munco. Para otros, un suspiro.