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lunes, 7 de febrero de 2011

Más de lo mismo.

Hace dos años el debate estaba entre Robben y Messi. Ahora que del holandés se acuerda uno menos que de Chanquete, su puesto en la otra punta de la compración lo ha ocupado Ronaldo. La respuesta sigue siendo la misma: Messi. Pero ahora esa diferencia es mucho más clara. Messi sigue jugando igual en el Barcelona porque siguen todos los que le hacen jugar (Xavi e Iniesta) a los que se les ha unido Busquets. Pero mientras las cabalgadas de Robben en su lucha contra el mundo era porque nadie le seguía, en el caso del protugués es porque no quiere que nadie le siga. Está claro que es un jugador fuera de serie, con una clase espectacular y con un montón de recursos (hizo una nueva versión de la espaldinha el domingo contra la Real). Ilimintados diría yo. Pero tiene un problema. Eso problema se llama Cristiano y se apellida Ronaldo. Efectivamente, el problema es él mismo. Está muy bien ser un competidor y no rendirse nunca. Pero lo que no se puede hacer es querer ser mejor que los demás por definición. Si hay uno mejor que tú, mira, aprende e intenta superarlo. Pero en un deporte de equipo, si lo quieres hacer todo tú, mal vas. El primer gol que marcó el domingo lo hizo en su quinto disparo. Benzema no tira cinco veces a puerta ni en los entrenamientos. Ronaldo está obsesionado. Pero no con Messi. Lo está con él mismo. No se si es complejo de querer ser más de lo que es. Aunque creo que también en parte es culpa de la gente que le rodea, de la prensa, del club, de la afición. Es como si la gente no quisiera que alguien del Barcelona (y criado en su cantera aunque sea argentino) sea el hombre record.
No se pueden comparar ya que, para mí, son jugadores diferentes. Messi es más conductor y eléctrico, capaz de llevar el balón pegado al pie y la trata con suavidad. Ronaldo es una potencia física que no sabe conducir el balón. Lo lleva hacia adelante. Y luego le golpea. Violentamente. Es todo fuerza. Lo único que creo que tienen en común es que ambos son ganadores. Y es un lujo tenerlos a los dos en casa.