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viernes, 3 de febrero de 2017

Política futbolística. Fútbol politizado.

La verdad es que me ha costado ver en qué orden ponía el título pero creo que así va bien.
Esa primera parte viene a razón de como los equipos planifican hasta el último detalle de la temporada. Incluído cuando van a anunciar suspensión de pagos y declararse en bancarrota. No se ni cuándo, dónde ni por qué dijo Vujadin Boskov la famosa frase "Fútbol es fútbol". Y así es. No es más. O no lo era. Al menos a nivel profesional o semiprofesional. Incluso a nivel de pequeños está dejando de serlo. Ese sentimiento romántico sólo se ve (o yo sólo lo he visto) en las ligas municipales y privadas donde, además de pagar por jugar, incluyendo un tanto por cierto para árbitros y alquiler de pistas, la gente juega porque le gusta. Ni más ni menos. Como pasaba antes aunque se arrastrara a unos cientos o miles de personas. Ese sentimiento, ajeno totalmente a la actual política futbolística, se originó en la última mitad del siglo XIX en Inglaterra. Tampoco se si cuándo ni dónde porque no viene al caso. Pero allí nació. Ese deporte que se definía como un grupo de hombres corriendo en calzoncillos detrás de una pelota como se definía a principios del siglo pasado, pasó a convertirse en pasión con el paso de los años. Y ahí empezó a gestarse la política futbolística. La búsqueda de patrocinadores, jugadores que puedan mejorar el equipo, servicios para los seguidores, ...... Todo mirado al milímetro. Sobre todo desde que los equipos se convirtieron en sociedades anónimas (nunca he entendido el porqué algunos no pero eso debe ser porque nunca pregunté). Juntas directivas, accionistas, dinero. Política y agentes. Dinero.
Pero lo malo no es que los equipos puedan ir perdiendo su identidad en función de la gente que compre el club, no. Lo malo es la entrada de la política en el fútbol. No puedo entender el porqué. Lo que al principio fue el grupo de chavales que tenían más fuerza y eran más animosos por lo que podían animar más y más alto, se han convertido en grupos extremos, que sí, animan, cantan, gritan, llevan en volandas al resto de la afición para animar. Pero extremos. Si hay dos equipos con cierta rivalidad, que ha pasado de las charlas del lunes a broncas y peleas porque si los ultras de un equipo son de derechas, los otros tienen que ser de izquierda. ¿Porqué? Es un mal que viene de la violencia que ha ido surgiendo de esa rivalidad entre la gente joven. La tragedia de Heysel lo llevó a la primera plana de la prensa. Los conflictos religiosos, nacionalistas, incluso de barrios. Todo ha ido degenerando hasta lo vivido esta semana en el Rayo. Zozulya puede quedarse sin jugar lo que queda de temporada sólo por apoyar a su país y a los que luchan contra los prorrusos que buscan la escisión de parte del país. Y ese apoyo, incluso a los paramilitares, que los Bukaneros deben tomar como nazis (deben olvidar lo que significa ese término), ha servido para ser recibido como un apestado sin prestar atención a lo importante. Ha ido a jugar para que el equipo cumpla sus objetivos.
Mala la política futbolística. Malo el fútbol politizado. Malo todo lo que empaña y ensucia el fútbol. Igual hay que volver a jugar en campos de tierra o en las pistas de los polideportivos para recuperar la esencia del deporte. No se ni cuándo, ni dónde, ni porqué pero Fútbol es fútbol. O era. O debería ser.

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