Una persona muy querida me dijo una vez que no es lo mismo
un hasta luego que un adiós. Lo primero es cuando la despedida es temporal. No
se sabe el tiempo que durará pero se da por hecho que habrá un reencuentro. El
adiós es cuando es definitiva.
Mañana se echa el telón al Vicente Calderón. Al
Estadio Manzanares. A nuestra casa de los últimos 50 años. Al abandonarlo
cuando terminen los actos programados, seguro que a muchos, a todos, nos
vendrán a la mente todos y cada uno de esos momentos que vivimos, sufrimos,
lloramos, reímos, gritamos, saltamos, cantamos. Porque aunque no entré para
quedarme hasta la segunda temporada en el infierno, me sentí dentro. Dentro todos y cada uno de los partidos. Como todos
los que hemos visto esos partidos por la tele u oído por la radio. Este año era, es,
el último de la historia de nuestro campo. Igual que lo fue del de la calle O'Donnell. O del Metropolitano. El primero.
Por que igual que hubo un último
primer partido de Liga, un último primer partido de Copa, un último primer
partido de Copa de Europa, también habrá un último último partido de Liga como
hubo un último último partido de Copa, un último último partido de Copa de Europa. En éstos está el
sabor amargo de no haber pasado las eliminatorias pero con la satisfacción de
haber llegado hasta el último partido que podríamos haber jugado en nuestra casa. Semifinales. En aquel, la satisfacción del objetivo cumplido. Así que se
echa el cierre. Para siempre. Hasta luego, Templo. Hasta luego, Coliseo. Hasta luego ¿Hasta luego? Si. Su espíritu
no se irá nunca. Se mudará con nosotros volviendo a su casa desde su casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario